domingo, 31 de mayo de 2015

Tres meses han transcurrido desde nuestra marcha.

      La radiación ya ha caído del cielo. Las ciudades están en silencio y el tiempo mejora poco a poco. Cuando existía el ser humano, creábamos gran cantidad de polvo artificial. Las nubes utilizan el polvo para crear gotas de lluvia. Sin nuestra producción, llueve mucho menos en las ciudades y el aire está mucho más limpio. Lugares como Manhattan y Toronto, el horizonte se ha ampliado de 30 a 160 kilómetros.

      Los perros de las ciudades siguen vagando por el campo en busca de comida. Pero la mayoría de estos animales domésticos carece de habilidades de caza. Cuando tienen mucha hambre intentan atacar a cualquier cosa. Del mismo modo que los lobos, los perros cazan por instinto. Saben que morderle las patas o el cuello a un animal grande es la táctica perfecta para derribarlo. Pero parece que esta vez, no va a ser posible. Ahora que ya no estamos, los elefantes no tienen que temer a ningún depredador.

      En tan solo 4 meses, los animales domésticos y los del zoológico se han convertido en asesinos en un mundo radiactivo.

Han pasado 6 meses desde la desaparición del ser humano.

      Estamos a lo que para nosotros seria principios de diciembre. Los animales que han sobrevivido a todo hasta ahora, se enfrentan a un nuevo peligro. El invierno se aproxima.
      Para algunos animales, nuestra repentina desaparición no es un problema, sino una oportunidad. Ciertas especies como los mapaches y las ardillas saben como sobrevivir al frío, durmiendo. Este invierno, vendrán miles de posibles moradas para elegir. Las casas humanas son mas seguras y menos húmedas que el exterior. Las ardillas viven en los árboles, así que en una casa, suben a la planta de arriba. Las mofetas, por otro lado, prefieren la planta baja. A los animales que invernan no les importan que hayan apagado la calefacción, su temperatura corporal puede descender hasta los 0ºC. Un elefante africano que escapó del zoo, podría sobrevivir al calor de África con sus orejas tan finas. Pero ahora que es invierno se le están congelando. Si quiere sobrevivir, tendrá que poner rumbo al sur.

Han pasado 10 meses desde que el ser humano se esfumó de la Tierra.

      Tras el invierno llega la primavera. Una primavera distinta al resto de las que ha vivido el mundo. Los bosques que rodean las plantas nucleares en ruina, es una primavera silenciosa. Los árboles de
hoja perenne contaminados por la radiación, ya no serán capaces de echar nuevos brotes ni ramas nunca más. Por el contrario, en los parajes más alejados, la primavera ayuda a reparar los daños que nuestra marcha ha causado. La lluvia arrastra el polvo radiactivo de las hojas y la corteza de los árboles. Los átomos venenosos entran en el subsuelo. Ha desaparecido una de las mayores amenazas para los animales en todo el mundo. Además sin humanos no hay coches ni caza. Las poblaciones animales se multiplican y ocupan los espacios vacíos.

Mayo, 11 meses después de nuestra desaparición.

      El último año, los coches expulsaron 7.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Más de una tonelada por habitante de la Tierra. Se piensa que este gas invernadero es el responsable en un 50% del calentamiento global. Además, ahora el dióxido de carbono se limpia aún más rápido que antes. La primavera es parte de la solución. Las plantas necesitan el dióxido de carbono para crecer. Lo obtienen del aire, así que, solucionan de forma natural el problema de la contaminación del planeta. Cada hectárea de árboles eliminará el dióxido de carbono que producían cinco coches en un año. Esta primavera, la naturaleza puede expandirse por sitios que antes estaban prohibidos. Durante los últimos 10.000 años, hemos impuesto nuestra voluntad sobre la del planeta. Sin embargo, como ya no estamos, la naturaleza recupera terreno y ocupa poco a poco los millones de carreteras y autopistas. El musgo y los líquenes son los primeros invasores. Pueden crecer en cualquier área y por lo general lo único que necesitan es agua.

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