domingo, 14 de junio de 2015

Han transcurrido 150 años desde que los humanos desaparecieron del planeta Tierra.

      Como ya no hay carreteras ni tejados, las ciudades son más frías que antes. En las ciudades del norte nieva más, y la nieve dura más tiempo. Las manadas de lobos no pasan hambre a pesar del frío del invierno.

      Habíamos alterado el curso de dos tercios de los principales ríos del mundo. Las mareas altas y las tormentas repentinas siempre habían amenazado con inundar la ciudad. Las mareas han arrastrado a los barcos, se han enganchado a los puentes y han formado diques provocando inundaciones.
      En el otro lado del mundo, el problema es la escasez de agua, ya que solo llueve 75 milímetros al año. El aire seco mantiene intactos los edificios, pero es mortal para los individuos. El desierto reclama su territorio. Al desaparecer nosotros, lo que fue un milagro de la agricultura, vuelve a ser un desierto. No obstante, la naturaleza no ha sido capaz de borrar todas las huellas de nuestra existencia.
      El río Colorado no ha cambiado en estos 150 años. Antes de que el hombre moderno llegara hasta
allí, este río era más profundo y salvaje. Excavó el Gran Cañón. Docenas de presas salpican este río. Su enorme poder se mantiene encerrado en las presas que construimos.

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