lunes, 15 de junio de 2015

Ya han pasado 200 años desde que desaparecimos del planeta.

      La naturaleza ha invadido muchas de las ciudades del mundo. Pero algunos ríos siguen encerrados entre algunos monolitos de hormigón.
      En el oeste americano docenas de presas retienen el río Colorado. La mayor de todas es la presa Hoover, con una altura equivalente a un edificio de 70 plantas y una base de un ancho similar al de dos campos de fútbol americano. El hormigón que se usó para construirla habría bastado para pavimentar una autopista que llegara desde Nueva York hasta San Francisco. La presa creó el embalse Lake Mead. Contiene agua suficiente para cubrir lo que en otro tiempo fue el estado de Nueva York con 30 centímetros de agua. La mayor parte de esta estructura esta hecha de hormigón macizo. Pero hasta esta construcción está en peligro. La razón está más al norte, siguiendo al río Colorado hasta donde antes era la frontera de Utah, la presa Glen Canyon, que se construyó a modo de embalse de emergencia por si los embalses que existen río abajo se secaban. Se construyó para que durara durante siglos. Pero esta presa tiene un punto débil, los desagües. Son similares a los desagües que impiden que se desborden las bañeras. Si el cauce del río sube demasiado el agua sobrante sale por los desagües en lugar de por encima de la presa. El inconveniente es que estos desagües no responden bien a las crecidas repentinas. El desencadenante está en lo alto de las montañas. El pasado invierno nevó más de lo habitual. Cuando llega el deshielo, una gran cantidad de agua comienza a bajar hacia el río Colorado. La crecida pronto alcanzará la presa. Después de oxidarse durante siglos, las exclusas que controlaban los desagües han desaparecido. El agua inunda los túneles del interior de la presa y entonces, sucede algo extraño. Se forman bajas presiones en el agua en forma de burbujas.
Éstas causan grandes explosiones que abren camino en la roca hasta donde está la propia presa. A pesar de que no estábamos, unas rampas especiales de hormigón que había en los desagües impedían que esto sucediera. Pero los túneles han sufrido la erosión durante 200 años. 17 mil millones de metros cúbicos de agua se dirigen río abajo. La crecida supera los 16 metros de altura. Pronto alcanzará la presa Hoover. Ésta presa fue diseñada para soportar 219 mil kilos por metro cuadrado pero los ingenieros no podían imaginarse esto. El agua rebasa la presa y barre todo lo que encuentra a su paso. Ahora se dirige hacia el sur a 40 kilómetros por hora destrozando las docenas de presas que encuentran río abajo. 18 horas después, el agua llega al golfo de California. Por primera vez, después de 200 años, El río Colorado desemboca en el mar no como un hilillo, sino como un gran río.
      Centenares de especies encuentran nuevos hogares a medida que desaparecen nuestros mayores logros. La naturaleza está reconquistando el planeta.
      En Francia, varias partes de París, vuelven a ser un cenagal. En California, los campos irregados son otra vez un desierto. Y Manhattan es otra vez el bosque que los holandeses contemplaron al llegar a la isla.
      A medida que los ríos, que como el Mississippi vuelven a su estado natural, el barro cambia el paisaje.
      Nuestra repentina marcha también se ha dejado sentir en los océanos. Pescábamos 235 mil toneladas de pescado al día en el mar. Como ya no existen los barcos pesqueros, los peces viven más tiempo y son más grandes. El bacalao, que medía normalmente 60 centímetros de largo, ha triplicado su talla.
      Los grandes habitantes de los océanos también se están recuperando en nuestra ausencia. Estos 200 años sin humanidad ha sido una bendición para las ballenas. Habían sufrido muchísimo. Antes de que naciera la industria petrolera, las ballenas eran unas de las principales fuentes de aceite para máquinas y lámparas. Cuando los seres humanos empezamos a extraer petróleo del suelo, la caza de ballenas descendió en gran medida.
      Pero surgió un nuevo problema, los grandes barcos modernos. En nuestros últimos 50 años de existencia el número de barcos se duplicó en todo el mundo. El ruido que producían los motores se oía a miles de kilómetros bajo el agua. Esta contaminación acústica era un problema terrible para las ballenas de todo el planeta. una de las razones por las que cantan las ballenas, es para encontrar un compañero. Pero los barcos interferían sus cantos. En este mundo sin humanos, las ballenas pueden volver a entonar sus canciones de apareamiento que pueden escucharse en un radio de 1600
kilómetros bajo el agua. desde Hawaii hasta Japón.

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